Christopher Bryant, Dorrell Brayboy, Jermal Tolliver, Nathaniel
Cauthen y Rayshawn Banner habían decidido un robo. La víctima no estaba
estipulada de antemano. Todo era azaroso: dinero fácil a una edad
temprana lucía tentador.
"Vamos, vamos, ¡Este es el
momento!", dijo uno de ellos. El 15 de noviembre de 2002, cruzaron
Belview Park rumbo a la casa de Nathaniel Jones, de 61 años. Jones
estaba bajando unas bolsas. Fue abordado por los cinco delincuentes
juveniles quienes ataron sus manos, su cabeza y sus piernas con cinta
que habían comprado en un drugstore horas atrás. Lo golpearon con
fuerza. Pese a que la víctima ya había sido reducida y no se resistió,
la brutalidad no disminuyó: nada impidió un asesinato cruel.
Claude
Walker arribó a la casa de Nathaniel Jones, en Winston-Salem, para
finalizar un contrato como pintor. Walker había llamado varias veces
antes de las 6:00 p.m. y no había recibido ninguna respuesta. Cuando
llegó a la casa, tocó el timbre en múltiples oportunidades pero nadie
atendió. Caminó hacia el garage, tocó la puerta y tampoco contestaron.
Tropezó con algo mientras se dirigía a las escaleras de atrás para
corroborar que efectivamente no había nadie en el lugar. Fue allí cuando
descubrió que Jones estaba atado de manos, cuello y cabeza con cinta al
lado de un Lincoln Continental. Llamó directamente al 911.
La policía y los bomberos llegaron al área. Jones no tenía signos
vitales y su cuerpo fue movido para facilitar la investigación. La
policía vio sangre en el garage y al costado del Lincoln. Un detector de
movimiento al lado del auto, no tenía luz y por lo tanto no funcionó en
el momento del hecho. La puerta trasera de la casa estaba abierta pero
no había signos de lucha dentro. Jones tenía, en ese momento, $952.70
dólares en el bolsillo y $1.416 en un maletín dentro del Lincoln.
Faltaba su billetera.
Jones sufrió cortes múltiples y golpes en la cabeza, cara, mano
derecha y rodilla izquierda. Su colapso fue a causa de un ataque
cardíaco, según determinó el Dr. Donald Jason, quien llevó adelante la
autopsia, en el informe judicial de la corte de apelaciones de North
Carolina.
Jones, conocido como "Papa Chili", había sido el primer
afroamericano en abrir una estación de servicio en
North Carolina, como
cita Rick Reilly, de ESPN.com, en su nota titulada "The lessons
of Nathaniel Jones". Fiaba a la gente cuando no tenía cómo pagar.
Prestaba dinero a sus clientes si lo necesitaban. Se trataba de una
persona especial.
Era, además, el abuelo de Chris Paul, la estrella naciente de Wake Forest.
Chris
y su hermano pasaban horas en la estación de su abuelo ayudándolo en
todo lo que necesitaba. Si había partido ese día, Jones cerraba antes su
negocio para ir a ver a su nieto. "Era mi mejor amigo", recuerda CP3.
Los cinco delincuentes juveniles que le habían quitado a su familiar más
preciado tenian casi la misma edad que Chris en el momento del ataque.
Paul se encontraba en un juego de fútbol americano de High School cuando un primo se acercó y le dio la noticia.
"Fui
corriendo a casa de mi abuelo porque no lo quise creer. Sólo esperaba
verlo. Tú sabes, todo el mundo muere, pero yo pensaba que con él no iba a
suceder nunca", dijo Paul en un documental de ESPN llevado adelante por Chris Connelly para Good Morning America.
"Papa
Chili" había sido el gran compañero de Paul en su niñez. El día antes
de su muerte, la familia Paul había vivido un momento tan feliz como
inolvidable: el pequeño Chris había recibido una beca completa de Wake
Forest.
"Mis compañeros, mis maestros, todos
estaban allí para verme firmar. Mi hermano se acercó también. Y por
supuesto, estaba mi abuelo", dijo Paul.
"El
día que firmamos la carta de intención fue el más memorable de mi vida,
para mí y para mi abuelo", señaló Paul al periódico The Dispatch.
"Este evento puso una sonrisa en la cara de mis amigos y es algo que
quedará en mi mente POR SIEMPRE. Cuando el hecho finalmente se produjo,
mi abuelo lloró y caminó fuera del gimnasio conmigo. Me dijo:
'Christopher Emmanuel Paul, recordaré este día por siempre'", agregó
.Al día siguiente, el joven Chris estaba devastado. Tenía que dar
vuelta la página más dolorosa de su existencia y debía hacerlo con
grandeza. En una primera instancia, no quiso saber nada con jugar el
partido que su equipo de básquetbol colegial debía afrontar esa misma
noche. Pero luego, su tía se acercó y le dio una razón fundamental para
hacerlo: "¿Qué tal anotar un punto por cada año de su vida?", le dijo.
"Eso me pareció adorable", dijo Chris.
La empresa no
era sencilla. 61 puntos en un juego de básquetbol colegial. Parecía tan
idílico como absurdo. Pero la fuerza del corazón tiene razones que la
razón no entiende.
"Antes de comenzar el partido, pensé para mis adentros: 'No hay forma de que haga esto'", dijo Paul al Winston-Salem Journal.
"Estaba respirando fuerte y sólo pensando. Pero mientras el juego fue
progresando, empecé a decirme para mis adentros que todo esto era para
mi abuelo y que lo iba a lograr".
Según recolecta el documental de Connelly en ESPN,
Paul anotó 24 puntos en el segundo cuarto. Y para el final del tercero,
West Forsyth tenía liquidado el pleito. Se empezó a hablar en las
tribunas del tributo que tenía pensado el joven base para su familiar.
Con
algo menos de dos minutos por jugaro, Chris Paul llevaba 59 unidades en
su planilla. Miraba a la tribuna de vez en cuando, pero se mantenía
focalizado en cumplir con lo que se había pactado de antemano. Se metió
en la llave, anotó dos puntos más y recibió falta en el camino. Quedó
desparramado en el suelo mientras sus compañeros lo abrazaban. El
estadio se suspendió en un suspiro.
En la línea de
personales, tomó el balón entre sus manos y ni siquiera lo observó. No
hubo dribbling ni flexión de piernas. El objetivo estaba cumplido de
antemano. La lección de honor no necesitaba de páginas adicionales,
porque ya había sido extendida a lo largo y a lo ancho del gimnasio de
West Forsyth High School. Chris lo había logrado. 61 caricias hacia la
eternidad. El tiro libre fallado más emocionante de la historia de este
deporte tenía nombre y apellido.
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